Preocupados andan los británicos con el visón americano. Por lo visto se les come las ratas de agua. Que no digo yo que sea para estar tranquilo, pero llegado el caso, Dios no lo quiera, de que se quedaran sin ellas, cruzan el canal, piden unas cuantas a los franceses, preparan unos cajones, unas hojas de lechuga y reintroducción al canto ¡Si hay ratas de agua para dar y regalar! ¡Si la rata suya llega casi hasta el Pacífico!
Peor lo tenemos nosotros, que nos come los visones europeos y algún que otro desmán, de ambas especies nos quedan media-docena-bichos y no tenemos a quien pedirle repuesto. Y aquí estamos, a nuestras cosas, tan a gusto. Sin dramas.
¡Qué mal repartido está el mundo! El que llora no tiene por qué y el que ríe debería estar llorando. Y que raros son los ingleses (todo hay que decirlo).