Se cumplen ahora diez años del «descubrimiento» del castor en nuestros ríos. Amigos de tirar por la calle de en medio liberaron unos cuantos en el sur de Navarra en 2003 (¿o fue en 2004?). Desde entonces que si son galgos o son podencos, que si churras o merinas, lo de siempre. Marca España, que se dice. Mientras tanto, los castores a su ritmo: Navarra, Aragón, La Rioja,… En estos últimos meses parece que se han empadronado en Álava y llaman ya a la puerta de otros territorios.

Los defensores dicen que en el catálogo de especies amenazadas está su sitio, los detractores que debe ir al de invasoras. De momento yo lo pondría en el catálogo de novedades de IKEA, entre el sillón Ektorp tullsta y la mesa Vittsjö, a la espera de una decisión salomónica que no acaba de llegar.

Hay quien se atreve a afirmar que los visones tendrán en el castor un valioso aliado. Lo que no dicen es si el beneficiario será el europeo o el americano.

Los amigos ingleses se han visto recientemente en una tesitura similar y han resuelto a favor del castor.